Los procesos del nuevo programa de pregrado en Artes visuales de la Fundación Universitaria Juan de Castellanos, van sacado a flote las mejores capacidades de sus estudiantes, un grupo nutrido de distintas experiencias de vida y de perspectivas profesionales con distintos intereses en la producción de imágenes. De hecho, el trabajo de orientación docente ha exigido que los niveles iniciales se vean continuamente desplazados hacia retos comunicativos significantes, que busquen exceder la llana representación: el arte no trata de “habilidad”, sino de estrategias comunicativas. Dichas estrategias no se someten a la consecución de una buena forma, sino que se tensan entre pensar, hacer y comunicar ideas.
Las primeras sesiones de la asignatura Dibujo I, revelaron de entrada que el nivel técnico era excepcional, cosa que es infrecuente en una primera cohorte y en un primer semestre. Debido a esto, como docente me he propuesto que mis estudiantes proyecten sus capacidades, que fortalezcan la mirada autocrítica y que cultiven el deseo por construirse en relación con los demás y el mundo. Para esto, he procurado ofrecer herramientas académicas que no faciliten respuestas, sino que obliguen a pensar y a descubrir una posición propia ante lo visto. La historia en general, la exploración de las imágenes y el pensamiento propio, van articulando maneras de entenderse y comunicar la mirada singular de cada quien.
Como docente, entiendo que los antiguos maestros de los talleres de artes comunicaban la herencia disciplinada de su academia, pero también permitían descubrir en cada discípulo lo que llevaban dentro de sí. Lo anterior sigue operando en nuestros días y en contextos disciplinares distintos, por esto último también he aprendido a ser “estudiante de mis estudiantes”, valga la redundancia.
Sebastián Alvarado